Los estudios de autoinforme y de población sobre el curso de la enfermedad después de contraer COVID-19 han encontrado que los síntomas residuales, como la fatiga, la disnea y la intolerancia al ejercicio, son comunes, lo que puede conducir a un aumento de la demanda de los servicios de Salud.
Al principio de la pandemia, los estudios clínicos carecían de una evaluación prospectiva de la patogénesis de la enfermedad y/o del estado de salud, y retiraban selectivamente a los pacientes, introduciendo un sesgo de selección. Se han notificado pocos estudios prospectivos detallados y se carece de imágenes multisistémicas con resultados clínicos y controles contemporáneos. La enfermedad preexistente complica la atribución de inferencias causales a COVID-19, y la fisiopatología y la importancia clínica de los síndromes posteriores a COVID-19 siguen siendo inciertas.
La patogenia de la inflamación multiorgánica en COVID-19 puede implicar la invasión directa del virus a través de la unión a la enzima convertidora de angiotensina 2, la inflamación cardio-renal, la disfunción endotelial, la angiopatía microvascular trombótica, la miocardiopatía por estrés y a la toxicidad de los fármacos. Estos mecanismos distintos definen subgrupos con compromiso multiorgánico en COVID-19. La miocarditis puede causar morbilidad y mortalidad a más largo plazo en estos pacientes. Estudios previos que utilizaron imágenes de resonancia magnética (IRM) cardiovascular en pacientes con COVID-19 informaron imágenes con características de inflamación miocárdica en el 27-60% de los casos. Estos estudios no fueron representativos ya que involucraron casos de selección basada en la elevación de troponina y memoria retrospectiva. La falta de imágenes de la arteria coronaria también es una limitación para atribuir la etiología de la lesión miocárdica, que se vuelve susceptible al sesgo de verificación.
Para evaluar la afectación multisistémica, se realizó un estudio de cohorte prospectivo que incluyó pacientes que habían sido hospitalizados con COVID-19. Se obtuvieron biomarcadores sanguíneos seriados, electrocardiografía digital y medidas de resultados informadas por los pacientes en el hospital y a los 28-60 días después del alta, cuando también se obtuvieron imágenes multisistémicas mediante tomografía computarizada de tórax con angiografía pulmonar y coronaria y resonancia magnética cardio-renal. Los resultados clínicos a largo plazo se evaluaron mediante registros sanitarios electrónicos.
En comparación con los controles (n = 29), a los 28-60 días después del alta, las personas con COVID-19 (n = 159; edad media, 55 años; 43% mujeres) presentaban evidencias persistentes de afectación cardiorrenal y activación de la vía de la hemostasia. La probabilidad de miocarditis fue «muy probable» en 21 (13%) pacientes, «probable» en 65 (41%) pacientes, «poco probable» en 56 (35%) pacientes y «no presente» en 17 (11%) pacientes. A los 28-60 días después del alta, la COVID-19 se asoció con una peor calidad de vida relacionada con la salud, ansiedad y depresión, y capacidad de ejercicio aeróbico reflejada por la utilización máxima de oxígeno prevista.
Durante el seguimiento (media, 450 días), 24 (15%) pacientes y dos (7%) controles murieron o fueron rehospitalizados, y 108 (68%) pacientes y siete (26%) controles recibieron atención secundaria ambulatoria. La trayectoria de la enfermedad de los pacientes después de la hospitalización con COVID-19 incluye la persistencia de anomalías multisistémicas y de deterioro de la salud que podrían dar lugar a una demanda sustancial de los servicios de salud en el futuro.
Referencias del estudio:
Morrow, A.J., Sykes, R., McIntosh, A. et al. A multisystem, cardio-renal investigation of post-COVID-19 illness. Nat Med 28, 1303–1313 (2022).
https://doi.org/10.1038/s41591-022-01837-9
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