Dos campos de la salud mental de los adolescentes, el sueño y la depresión, han avanzado en gran medida en paralelo en los últimos años. La nueva evidencia sugiere que las dificultades para dormir, que durante mucho tiempo se pensó que eran un síntoma de la depresión adolescente, en realidad podrían ser el desencadenante. Los ritmos circadianos retrasados y las interrupciones del sueño pueden ser una causa de la depresión adolescente, en lugar de un síntoma que se desarrolla como resultado del trastorno de salud mental. Un nuevo artículo, publicado en Nature Reviews Psychology y dirigido por la Universidad de Flinders, argumenta que una combinación de biología y psicología del sueño adolescente predispone de manera única a los jóvenes a desarrollar depresión. Se evidenció que un ritmo circadiano retrasado, una duración del sueño restringida y una mayor oportunidad para el pensamiento negativo al intentar conciliar el sueño, fueron factores contribuyentes.

Los adolescentes (desde el inicio de la pubertad hasta los 21 años) son la subpoblación con mayor restricción crónica del sueño a lo largo del desarrollo humano. Los datos mundiales sugieren que estos duermen demasiado tarde y muy poco. La rápida cascada de eventos que afecta únicamente al sueño de los adolescentes comienza alrededor del inicio de la escuela secundaria y la pubertad. Esto coincide con un período de mayor riesgo para la aparición de bajo estado de ánimo y depresión. Se ha estudiados que aproximadamente el 2,6% de los adolescentes experimentan un trastorno depresivo en algún momento dado, y la frecuencia acumulada de depresión aumenta al 20% al final de la adolescencia.

Dos tercios de los adolescentes deprimidos tienen al menos un trastorno comórbido. Después de los trastornos del sueño, la ansiedad es el más común. Alrededor del 75% de los adolescentes con depresión experimentan síntomas de ansiedad y hasta una cuarta parte de los adolescentes deprimidos también cumplen criterios diagnósticos de trastorno de ansiedad generalizada.

La combinación de cambios en el desarrollo de los sistemas biorreguladores que controlan el sueño y la vigilia durante la adolescencia proporciona vías únicas hacia la depresión. En primer lugar, la reducción de la presión homeostática retrasa el inicio del sueño en adolescentes maduros. Este retraso en el inicio restringe la oportunidad de dormir en las noches de escuela, lo que dificulta que los adolescentes alcancen las 9.3 horas óptimas de sueño.

La evidencia empírica muestra que se producen reducciones en los estados de ánimo positivos después de la pérdida de sueño, lo que a su vez aumenta los síntomas de depresión. En segundo lugar, hay un retraso gradual en el tiempo de sueño (tanto al inicio como al final del sueño) debido a un retraso en el tiempo del ritmo circadiano a lo largo del desarrollo adolescente. El ritmo circadiano retrasado exacerba el inicio tardío del sueño y se asocia consistentemente con un aumento de los síntomas de depresión. El retraso fisiológico en el inicio del sueño brinda la oportunidad de una tercera vía hacia la depresión que es más psicológica. Más tiempo entre la hora de acostarse de un adolescente y el inicio del sueño aumenta la probabilidad de experimentar cogniciones previas al sueño negativas. Esta oportunidad de pensamientos negativos repetitivos está relacionada con niveles más altos de depresión en los adolescentes.

Es importante identificar estos contribuyentes biológicos y psicológicos únicos que trabajan en conjunto para producir patrones de sueño retrasados porque pueden combinarse con técnicas basadas en evidencia para revertir la falta de sueño y el estado de ánimo deprimido. El avance gradual de la exposición a la luz brillante por la mañana (terapia de luz brillante) y el avance gradual de la melatonina exógena por la noche pueden adelantar el ritmo circadiano.

Si lo hace, el inicio del sueño se adelanta más temprano en la noche, lo que acorta la latencia del inicio del sueño. Estas cronoterapias no solo acortan la latencia de inicio del sueño de los adolescentes, sino que también disminuyen la sintomatología depresiva mediante la reducción de las cogniciones previas al sueño negativas cuando intentan dormir. Sin embargo, estos tratamientos no resuelven por completo los problemas de sueño y los síntomas de depresión. Por lo tanto, las técnicas de terapia cognitiva se pueden utilizar para abordar las dificultades residuales del sueño y el estado de ánimo depresivo. En conjunto, la evidencia clínica y meta analítica, y la rentabilidad de las intervenciones del sueño, sugieren que deberían usarse en primera instancia cuando los adolescentes experimentan depresión comórbida y problemas del sueño.

Referencias del estudio:
Gradisar, M., Kahn, M., Micic, G. et al. Sleep’s role in the development and resolution of adolescent depression. Nat Rev Psychol (2022).
https://doi.org/10.1038/s44159-022-00074-8